México y España: las disculpas
Claudia Sheimbaun no ha iniciado bien su periodo presidencial. No sólo ha extendido el contencioso con España, sino que continua la violencia desatada en gran parte del país.
Sobre el primer tema han corrido ríos de tinta y hay posturas a favor y en contra, con datos históricos o con posicionamientos ideológicos. En medio de ambos, la realidad actual prevalece. México y España mantienen fuertes vínculos comerciales, académicos, profesionales, además de los históricos.
Posicionarse a favor o en contra de uno de los dos países es estéril y faccioso
Ambos países tienen motivos para sentirse contrariados por la posición del otro. En ambos lados ha habido torpeza diplomática o una triste intencionalidad política para sacar réditos de un rencor que estaba superado desde hacía bastante tiempo.
En medio de este desaguisado se encuentra el rey Felipe VI, quien no puede pronunciarse directamente, no solo por cuestiones de lógica comunicativa (todo lo que diga será usado en su contra), sino por una situación política que lo tiene esquinado y maniatado.
En los extremos se encuentran los que apoyan la idea de un “acto de desagravio”, tanto en México como en España, como los que apelan a que ya existe una reconciliación histórica desde tiempos la firma de la independencia en 1821 y sobre todo con la Firma del Tratado Definitivo de Paz y Amistad entre México y España, refrendado por Isabel la Católica, en 1836.
Poner en peligro una relación de siglos
Españoles y mexicanos. Mexicanos y españoles deben afanarse en limar aristas que, de no atenderse a tiempo, pueden desembocar en fricciones innecesarias que ya han dejado sus primeras víctimas entre grandes empresas españolas en México.
El siguiente paso podría comenzar a afectar a las pymes españolas y mexicanas, a través de requerimientos especiales que entorpezcan las fluidas relaciones que se llevan manteniendo desde hace siglos entre ambos países.
Cancelaciones de acuerdos a nivel académico, favorecimiento de contratos a empresas y profesionales no españoles en concursos públicos, dificultades migratorias para españoles en México y mexicanos en España. Cualquier obstáculo que se ponga a los naturales de ambos países, por nimios que puedan verse desde lejos, podrían descarrilar proyectos empresariales, profesionales y de vida.
El momento de la diplomacia
Aunque se han cometido errores de ambos lados, se puede comenzar por tomar en serio la diplomacia como la vía por desatascar la situación.
España lleva desatendiendo a toda hispanoamérica desde hace décadas. Ni la llegada de millones de inmigrantes (muchos de ellos hoy nacionalizados), ni los estrechos lazos comerciales, ni los intensos lazos académicos, profesionales, humanos e históricos han servido para que se haya establecido una relación más intensa entre el país y la región.
De hecho, y aunque sea contradictorio, era la Casa Real la que establecíó esta relación hasta antes de la llegada de López Obrador a la presidencia de México.
Los aspavientos, el postureo y la anomia diplomática entre ambos países puede derivar en situaciones perfectamente evitables. Los buenos oficios de las cancillerías deberían tomar la iniciativa con el fin de dar fin a una situación que nunca debió haberse dado.
Hacemos votos porque así sea.